Por: Misael Habana de los Santos

Qué día tan complicado y macondeano este 23 de septiembre. El aniversario de Jhon —mejor dicho, el inicio de aquel desastre— siempre me recuerda que las tormentas aquí duran más que un mal gobierno: ocho días de lluvias torrenciales, casi bíblicas, que arrasaron con todo, como si García Márquez hubiese escrito el guion de nuestra bahía tropical.

Y en ese telón de agua y memoria, la visita de Gloria, el buque escuela de la Armada de Colombia, puso el acento cultural. El barco entró a la bahía como quien se adentra en un mito: velas desplegadas, cadetes sonrientes, la bandera tricolor ondeando, y un puerto que los recibió con curiosidad y afecto. Acapulqueños, están invitados a subir y conocer un pedazo flotante de la historia colombiana, que huele a mar, café y vallenato.

Petro en Nueva York

Coincidencias del calendario: mientras Gloria anclaba en Acapulco, Gustavo Petro levantaba la voz en Nueva York. Fue un discurso demoledor, en las antípodas de lo dicho por Donald Trump, que se dio el lujo de insultar a la ONU acusándola de inoperante. Nadie lo interrumpió, nadie lo paró, aunque habló más de lo permitido. Un show de supremacía, lo llamaron en los editoriales del mundo.

Petro, en cambio, habló de paz, de América Latina, del fascismo, de Palestina. Denunció el genocidio en Gaza, sin rodeos:

“Este recinto es testigo mudo y cómplice de un genocidio”.

Propuso enviar una fuerza internacional que detenga la masacre, señaló a Estados Unidos como cómplice y dejó claro que la lucha por la vida y la soberanía sigue siendo bandera de los pueblos. Un discurso de esos que incomodan al poder, pero que hacen vibrar a los que creemos en la dignidad latinoamericana.

Entre la paz y la violencia

Paradójicamente, mientras celebramos la llegada del Gloria, la relación México–Colombia vivió días tensos. Dos jóvenes colombianos, DJ y bailarines de pequeños antros, desaparecieron el 16 de septiembre y fueron encontrados asesinados en el Estado de México. El caso ya levantó chispas diplomáticas. Petro sugirió vínculos con el narcotráfico. Habrá que esperar, aunque todo indica que no pasará a mayores si la investigación avanza.

En medio de esa tensión, la visita del buque colombiano adquiere otro sentido: un recordatorio de que los pueblos pueden abrazarse aunque los gobiernos se frunzan. Estuvieron ahí Simón Quiñones, en representación de la gobernadora Evelyn Salgado, y la alcaldesa Abelina López Rodríguez. Pero más allá de protocolos y discursos, lo valioso fue el abrazo popular a los marineros colombianos.

Bienvenida, Gloria

La paz se construye también con símbolos: un barco en la bahía, un discurso en la ONU, un aplauso en Acapulco. Bienvenidos los colombianos que viajan, que viven aquí, que han abierto restaurantes y cocinas costeñas con sabor de allá. Bienvenida Gloria a Acapulco.

Ojalá la tormenta no siempre lleve nombre de huracán o de tragedia. Que esta vez sea nombre de barco, de paz y de hermandad latinoamericana.

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